Doscientos mil doscientos nueve
Raúl Zibechi
Tramas y Mingas es el
nombre del encuentro que esta semana mantuvieron indígenas, campesinos y afros
en el Cauca, sur de Colombia. Se trataba de tejer realidades en minga, trabajo
colectivo, horizontal, con base en la cooperación y la ayuda mutua. Indígenas
misak, nasa y coconucos del Cauca, quechuas de Perú y Bolivia, campesinos de
diversos países, afros de la costa Pacífico, profesores y estudiantes,
compartimos saberes y problemas que nos afligen y necesitamos superar.
El Cauca es
el departamento más diverso de Colombia. La mitad de la población son indígenas
y afrodescendientes, la mayor parte campesinos que viven en aldeas o en
pequeñas ciudades, siendo la colonial Popayán la única ciudad de mediano
tamaño. Es también una de las regiones más violentas, donde la guerra ha
provocado miles de muertos, desplazados y desaparecidos.
Un grupo de
niños y niñas de una escuela del resguardo coconuco, a una hora de la ciudad,
participaron en el encuentro, con sus bastones de mando. En las escuelas los
niños indígenas también forman sus cabildos, en los que aprenden a gobernarse,
replicar los modos de vivir de sus mayores y de cuidar la madre tierra.
Tramas y
Mingas se organizó en torno a cuatro temas: la vida y la resistencia; las
economías comunitarias; las autonomías y los poderes, y la educación y la
comunicación. Mientras todo el país estaba pendiente de las elecciones del
domingo (en las que se enfrentan dos versiones de la derecha) y del Mundial de
Futbol, los de abajo dedicaron tres días a poner en común lo caminado y lo
construido, los modos como lo hicieron, y los dolores que deben atravesar en
medio de la guerra.
En el
espacio dedicado a las autonomías, las palabras más fuertes fueron las de los
fundadores del movimiento, cinco décadas atrás, quienes no sólo relataron todo
lo andando sino que hicieron hincapié en lo que falta. Un miembro del resguardo
coconuco destacó las divisiones que provocan los traspasos de fondos del
gobierno en las comunidades y en los cabildos (autoridades que gobiernan los
territorios o resguardos). Hubo acuerdo en el papel decisivo que jugaron las
agendas (programas) de los pueblos, construidas desde abajo; así como los
problemas que están generando los malos dirigentes, que utilizan esas demandas
construidas colectivamente para beneficios personales.
Las organizaciones
indígenas de Colombia, como las de buena parte del continente, están siendo
acosadas (literalmente) por las políticas sociales, por esa mezcla perversa de
agresiones paramilitares y militares, con los fondos estatales para educación y
salud, librados con el objetivo de dividir y de sujetar a los movimientos a los
fines de los estados.
Al hablarse
de autonomías, fue inevitable referirse a la Guardia Indígena, una de las más
notables creaciones de los indígenas del Cauca. Se trata de una vasta red de
comuneros elegidos por las comunidades para defender los territorios y las
autoridades, sin armas, sólo con bastones de mando y una estricta organización.
Autonomía es que la Guardia no haya sido creada a imagen y semejanza de la
policía del Estado, sino con criterios de rotación y de obedecer a los pueblos,
para cuidar y educar, para intervenir no sólo cuando hay agresiones externas
sino también cuando surgen problemas en las familias y las comunidades.
Uno de los
momentos más fecundos giró en torno a la economía propia, o sea los modos de
producir y reproducir la vida por fuera del capital y del Estado. Es notable
constatar la existencia de infinidad de emprendimientos de base para producir
alimentos, en general encabezados por mujeres, quienes no distinguen entre
producción y reproducción porque, en realidad, son dos facetas de la vida.
Un veterano
dirigente cocunuco explicó los intercambios entre los pueblos de tierras bajas
y tierras altas, cada uno aportando los productos que crecen en sus territorios,
desde cereales y tubérculos hasta frutas y hortalizas. No utilizan monedas,
todo con base en el trueque, una práctica ancestral recuperada en el proceso de
organización como pueblos, y verdadera alternativa a los mercados capitalistas.
Durante el
encuentro circuló el comunicado del subcomandante insurgente Moisés en
el cual el EZLN informa sobre la decisión de construir la escuela autónoma y la
clínica destruidas por el ataque de la CIOAC-H, cuando se produjo el asesinato
del compañero Galeano. El zapatismo es referente en estas tierras, en
particular entre los jóvenes que integran el Tejido de Comunicación de la
Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (ACIN), que tejen puentes
entre las resistencias locales y las luchas globales.
El tejido de
las resistencias y las mingas para darle forma al tapiz multicolor del mundo
nuevo se alimenta de todas las resistencias, aun de las más pequeñas, no
importando cuántos y cuántas son, sino cómo hacen, con qué espíritu trabajan.
Preguntan sobre el zapatismo los jóvenes luchadores de las comunidades, no así
los dirigentes que negocian y los académicos que sólo piensan.
En los
intercambios surgió la necesidad de juntar los 200 mil 209 pesos mexicanos
necesarios para la reconstrucción de lo destruido en La Realidad. Hay dos
posibilidades para hacerlo. Una, al estilo de los de arriba, recibiendo el
dinero de las personas que pueden aportarlo, una a una con nombre y apellido.
La otra es hacerlo en minga, con base en el trabajo colectivo, haciendo
fiestas, empanadas, tortillas o lo que cada quien quiera o pueda. Al estilo
indígena y campesino, del mismo modo como se hacen los eventos en las
periferias de las ciudades.
Este modo de
hacer no individualiza a los donantes, ya que los nombres se disuelven en el
colectivo. Pero tiene otra enorme virtud. Es un modo de tejer tejidos, trozos
pequeños que van formando el tapiz del mundo nuevo. Aquí no importa tanto
cuánto dinero se recauda, sino cómo se lo consigue. En suma, el modo
individualistas o el comunitario. Ojalá sean muchos los colectivos en el mundo
que lo hagan de este modo.