El EZLN y su nueva etapa
Magdalena Gómez
El pasado 25
de mayo el subcomandante insurgente Marcos, después de varios años, se
hizo presente en el sentido homenaje al votán Galeano en La Realidad y
afirmó categórico: Éstas serán mis últimas palabras en público antes de dejar
de existir, y señaló que “se da a conocer esta decisión colectiva… Tal vez
después, días, semanas, meses, años, décadas después se entienda lo que ahora
decimos”.
Se asumió,
por tanto, que no sería tan sencillo comprender un planteamiento por el que,
hasta donde recuerdo, ninguna otra organización político militar ha transitado,
advirtiendo que no se trata de una división, purga, depuración. La decisión
ciertamente nos tomó de sorpresa. El texto de despedida, Entre la luz y la
sombra, lo leyó justo durante la madrugada. No debió ser fácil para el
emblemático personaje, quien quiera que sea, con el color de ojos que sea en
ese momento, ser el propio enterrador de lo que él llamó una botarga que ya no es
necesaria, pero que en los hechos se convirtió en la voz que durante 20 años
expresó un genuino y congruente liderazgo a nombre del EZLN. Ciertamente, como
señala, su figura se necesitó para que la sociedad racista los viera y ello no
excluye a intelectuales de izquierda que valoraban el privilegio de
relacionarse con él, pues debemos reconocer la fuerza de sus escritos y el
carisma con humor e inteligencia que proyectaba. Sin embargo, fue la
comandancia indígena quien condujo, sin su presencia, los diálogos que
derivaron en los acuerdos de San Andrés; también la que asistió al Congreso de
la Unión en 2001, y la comandanta Esther explicó que por respeto no
llevaron a quien era su brazo militar. Estos días se han expresado sinceros
reconocimientos ante su despedida, que no cuestionan la decisión del EZLN ni
pretenden impulsar personalismo o caudillismo alguno. Y pese a ello ya se verá
si hay consolidación en la deconstrucción ideológica de quienes han sido
afines, pues el subcomandante Marcos logró una interculturalidad radical
en la relación y respeto con las comunidades indígenas zapatistas; por ello
asume su retiro como un salto cualitativo del zapatismo, y comparte que se
preguntaron desde hace 20 años ¿si debíamos inscribir nuestra sangre en el
camino que otros dirigen hacia el poder o debíamos voltear el corazón y la
mirada a los que somos y a los que son lo que somos, es decir, los pueblos
originarios, guardianes de la tierra y la memoria?
Junto a esta
opción estratégica, sumada al relevo generacional y de clase, destacó como el
más importante: el relevo de pensamiento: del vanguardismo revolucionario al
mandar obedeciendo; de la toma del Poder de Arriba a la creación del poder de
abajo. De la política profesional a la política cotidiana; de los líderes, a
los pueblos; de la marginación de género, a la participación directa de las
mujeres; de la burla a lo otro, a la celebración de la diferencia.
El EZLN,
indicó, se reafirma en su opción por la paz y no la guerra, por la vida y no la
muerte. Muy elocuente fue la mención: Y en lugar de dedicarnos a formar
guerrilleros, soldados y escuadrones, preparamos promotores de educación, de
salud, y se fueron levantando las bases de la autonomía que hoy maravilla al
mundo... El culto al individualismo encuentra en el culto al vanguardismo su
extremo más fanático. Al final reconoció que sin el uso de la violencia
legítima ello no hubiese sido posible. Son 20 años de vida pública del EZLN,
por supuesto no exenta de agresiones paramilitares en el marco de la continuidad
de la contrainsurgencia; lo que no implica, a mi parecer, soslayar el
significado de la amplia movilización social que impuso al salinismo la
decisión del cese unilateral al fuego a los 12 días en enero de 1994,
mantenerlo plantearía el escenario de enfrentamientos militares continuos.
Recordemos el caso de Guatemala: ¿cuál construcción social se podía impulsar
con los combates y las masacres de aldeas indígenas durante casi tres décadas
que provocaron alrededor de 100 mil víctimas? El sup destacó el fortalecimiento
indígena en la comandancia general y ante todo la reflexión sobre el
significativo aporte organizativo de las juntas de buen gobierno en la
reconstitución de los pueblos indígenas a través de los municipios y
comunidades autónomas.
Sin duda, la
nueva etapa zapatista se inició en diciembre de 2012. Es bienvenido el
posicionamiento del subcomandante insurgente Moisés que anunció el nuevo
calendario de la compartición con el Congreso Nacional Indígena y la escuelita
en primero y segundo grados. Como dicen los zapatistas, falta lo que falta;
se exige justicia frente al crimen del votán Galeano. No hay razón para
asumirnos como dolientes frente a la desaparición anunciada del sup,
quien firmó al final como subcomandante insurgente Galeano, sólo muchas y
buenas para desear que esta vez no haya desinformado y que siga aportando donde
quiera que esté.
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