La palabra rendirse no existe en lengua verdadera
En el Comité estuvimos discutiendo toda la tarde. Buscamos la palabra en lengua para decir rendir y no la encontramos. No tiene traducción en tzotzil ni en tzeltal, nadie recuerda que esa palabra exista en tojolabal o en chol.
Llevan horas buscando equivalentes. Afuera llueve y una nube compañera viene a recostarse con nosotros. El Viejo Antonio espera a que todos se vayan quedando callados y sólo quede el múltiple tambor de la lluvia sobre el techo de lámina.
En silencio se me acerca el Viejo Antonio, tosiendo la tuberculosis, y me dice al oído:
-Esa palabra no existe en lengua verdadera, por eso los nuestros nunca se rinden y mejor se mueren, porque nuestros muertos mandan que las palabras que no andan no se vivan.
Después se va hacia el fogón para espantar el miedo y el frío. Se lo cuento a Ana María, ella me mira con ternura y me recuerda que el Viejo Antonio ya está muerto…
La incertidumbre de las últimas horas de diciembre pasado se repite. Hace frío, las guardias se relevan con una contraseña que es un murmullo. Lluvia y lodo apagan todo, los humanos murmuran y el agua grita. Alguien pide un cigarrillo y el fósforo encendido ilumina la cara de la combatiente que está en la posta… un instante solamente… pero se alcanza a ver que sonríe…
Llega alguien, con la gorra y el fusil chorreando agua. “Hay café”, informa. El Comité, como es costumbre en estas tierras, hace una votación para ver si toman café o siguen buscando el equivalente de rendirse en lengua verdadera.
Por unanimidad gana el café. Nadie se rinde…
¿Nos quedaremos solos?
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